Uno de los principios de la construcción circular es entender los edificios como bancos de materiales, donde se aprovechan al máximo cada uno de los recursos utilizados. Los edificios circulares se diseñan para ser flexibles, reconfigurables y fácilmente desmontables, con el objetivo de facilitar la reutilización y circularidad de los productos y materiales instalados.
En Grupo Construcía, como pioneros en construcción circular, contamos con varias herramientas que nos permiten la gestión circular de los activos. Una de ellas es MyUpcyclea, la plataforma que facilita la gestión de las materias primas de la construcción para su posterior uso y comercialización. Es un software impulsado por Inteligencia Artificial para la gestión de recursos circulares, con la que se optimiza el proceso de reciclaje y reutilización de los materiales.
Para conseguir entender los edificios como bancos de materiales, partimos de los llamados pasaportes circulares de los productos, un documento donde se recoge toda la información necesaria sobre su composición y las posibles vías de ciclabilidad previstas, es decir, los posibles usos futuros que tendrá ese producto una vez termine su vida útil en la edificación.
Cuando se ha introducido la información de los productos a través de los pasaportes circulares en MyUpcyclea, la herramienta los analiza y clasifica en función de 5 criterios medioambientales (no toxicidad, circularidad, energía y carbono, gestión del agua y responsabilidad social), con el fin de garantizar la calidad de los productos que se recuperarán al final de su uso.
Teniendo en cuenta toda la información recogida sobre los productos instalados en estos pasaportes circulares, es como se obtiene la llamada firma circular. La firma circular de un edificio nos proporciona información de 4 indicadores:
Mide las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas a la etapa de fabricación de los productos y materiales que se utilizan en el edificio.
Considera tanto la vida anterior de los materiales integrados en los productos considerados, como los próximos usos posibles de dichos productos. A su vez, considera la desmontabilidad de los productos con respecto al edificio.
Está basado en el análisis de toxicidad de los productos utilizados en el edificio. Este análisis se realiza en base al estándar de certificación del Cradle to Cradle Certified, evitando sustancias prohibidas por C2C y promoviendo el uso de materiales donde la salud ha sido probada.
El valor residual financiero representa los ingresos que potencialmente podrían generarse mediante la gestión de sus depósitos de forma circular. Es calculado considerando tanto los productos utilizados, como el modo de instalación y su desmontabilidad e incluye el costo de desmontar y los ahorros de la gestión de los residuos.
El hecho de disponer de una firma circular del edificio nos permite administrar los recursos de una manera circular, calcular el valor residual de los componentes del edificio, guiar el activo hacia la neutralidad en carbono y desarrollar una buena calidad del aire interior, influyendo en el bienestar y confort de los usuarios.
Es aquí donde encontramos una de las principales diferencias entre la construcción tradicional, donde se aplica el modelo de economía lineal (extraer, fabricar, usar y tirar), y la construcción circular, donde se aplica el modelo de economía circular. En el modelo de construcción tradicional cuando los edificios se demuelen o reforman, la mayoría de los productos que se extraen terminan convertidos en desechos y trasladados a vertederos. En cambio, la construcción circular hace posible la gestión circular de estos “residuos” (reutilización, reventa, remanufactura...), convirtiéndolos en nutrientes y permitiendo su reincorporación en un nuevo ciclo de uso. De este modo, preservamos su valor, evitamos la extracción de materias primas y conservamos el carbono almacenado en los productos.