La evolución en el mundo de la construcción sostenible incluye nuevos conceptos que van más allá de la utilización de materiales biodegradables o reutilizables. Un ejemplo de ello son los jardines verticales, una forma de emular espacios naturales en lugares construidos por el hombre. El objetivo es que los edificios sean espacios más humanos y naturales.
Se trata de la creación de verdaderos ecosistemas verticales, plantas de diversas especies que se cultivan a lo largo de estructuras habilitadas para este fin y que permiten mantener un jardín al uso, pero en sentido vertical. También existen jardines de este tipo totalmente naturales, en los que no ha intervenido la mano del hombre como es el caso de las enredaderas que crecen en acantilados o barrancos.
Para que la creación del jardín vertical sea todo un éxito, es imprescindible tener conocimientos en:
Actualmente existen diferentes sistemas que permiten construir jardines verticales que pueden mantenerse durante años sin necesidad de realizar grandes inversiones. Lo más importante es que puedan soportar las cambiantes condiciones meteorológicas que pueden darse en los edificios, según su situación geográfica. El aire o la lluvia son los principales enemigos de los jardines verticales si no están bien ideados.
Los jardines verticales permiten mejorar el aspecto de la arquitectura urbana que encontramos en nuestras ciudades. Y no solo a nivel visual y paisajístico (ya que reduce el impacto que provoca encontrarse frente a un mar de cemento) si no que también permite emular un mundo natural dentro de otro artificial.
Por otro lado, dedicar una parte de la construcción de un edificio a la creación de un ecosistema vertical permite lanzar un mensaje de responsabilidad con el medio ambiente, algo que beneficia a las marcas que se ubiquen allí. En el caso de edificios residenciales, permite a los propietarios conectar con la naturaleza y respirar un entorno más eficiente y sano.