Los ritmos circadianos son cambios físicos, mentales y conductuales en el organismo, que siguen un ciclo diario y que responden principalmente a la luz y a la oscuridad del ambiente.
El ciclo circadiano es el que define los ritmos biológicos del organismo en periodos cercanos al de las 24 horas de un día. Por ejemplo, los procesos que están involucrados con el sueño natural (dormir por la noche y estar despiertos de día) son un ejemplo de ritmo circadiano relacionado con la luz. Estos ritmos están presentes en la mayoría de seres vivos, incluidos animales, plantas y microbios diminutos.
Los relojes biológicos, dispositivos de tiempo innatos en el organismo, están muy relacionados con los ritmos circadianos, porque son los que los producen y regulan su programación. Hay un reloj principal en el cerebro que coordina todos los relojes biológicos y los mantiene sincronizados; en el caso de los seres humanos es el núcleo supraquiasmático (NSQ), una estructura de 20.000 neuronas. El NSQ está ubicado en el hipotálamo y recibe información directa de los ojos.
Los ritmos circadianos son producidos por factores naturales de nuestro cuerpo, pero también los pueden producir señales exteriores del ambiente como la luz del día, que es capaz de activar y desactivar los genes controladores de la estructura molecular de los relojes biológicos. Así pues, los ritmos circadianos pueden influir en varios aspectos del organismo como los ciclos de sueño-vigilia, la secreción hormonal, los hábitos alimentarios u otras funciones importantes del cuerpo. En el caso del sueño, los ritmos circadianos son los que los ayudan a determinar los patrones de sueño: el NSQ controla la producción de melatonina, la llamada “hormona del sueño”; éste recibe información sobre la luz que entra en los nervios ópticos, que transmiten la información de los ojos al cerebro. Por lo tanto, cuando hay menos luz, el NSQ le dice al cerebro que produzca más melatonina.
Un estudio sobre la luz y el ritmo circadiano de Roberto Germán Rodríguez (doctor de Medio Ambiente Visual e Iluminación eficiente de la Universidad de Cuyo, Argentina), confirma que hay células específicas en el ojo que transmite una señal al cerebro y su función no está vinculada a la vista, sino a la regulación de ciertas tareas del cuerpo humano. Estas células son la clave dentro del camino “no visual” de la luz; el sistema del ojo humano tiene una curva de sensibilidad a la luz que tiende hacia el color azul, lo que aumenta la melatonina y baja el cortisol (hormonas responsables de mantener el equilibrio del ritmo circadiano). En consecuencia, el reto está en cómo iluminar los distintos ambientes donde vivimos para no desincronizar el reloj biológico.
Muchos investigadores como los profesores Jeffrey C.Hall, Michael Rosbash y Michael W.Young, (Premios Nobel 2017 por sus descubrimientos sobre los mecanismos celulares y moleculares que controlan los ritmos circadianos) estudian este campo, porque la comprensión de los ritmos circadianos ayuda a encontrar soluciones para trastornos del sueño, desajustes horarios u otros problemas de salud. Además, mejora la adaptación a los horarios de trabajo complejos (nocturnidad) y a una mayor comprensión de los sistemas biológicos del cuerpo humano.